13 marzo 2022

JESÚS DÍAZ PIEDRA BAJO LA TUMBA ANÓNIMA


En el cementerio de Ciriego está, cerca de la entrada, esta sepultura muda (indicada con el número 27 en el plano), nada hay que recuerde a la persona que se encuentra en ella, sin embargo las historiadoras Paula Alegría Rodríguez y Patricia Gómez Camus lograron identificarlo y en la actualidad la muestran en el recorrido de las visitas guiadas que se organizan habitualmente, explicando brevemente quién fue su «habitante».


Se trata de Jesús Díaz Piedra, nacido en Santander el 23 de diciembre de 1902, que fue el único hijo de Jesús y de Teresa, vecinos de la calle San Martín. En aquella época no se había construido aún la avenida Reina Victoria y el barrio de San Martín era una extensa barriada con varias calles y huertas que se extendía desde más arriba de donde se encuentra en la actualidad la parada de los autobuses, hasta el mar. Sus habitantes eran trabajadores de todo tipo de oficios, pero predominaban los relacionados con la mar, en una época aún de transito entre los veleros y los barcos de vapor; eran marineros, pescadores o fogoneros, además de otros que podían tener que ver con ese mundo, tales como carpinteros, pintores, forjadores o industriales, que trabajarían en los talleres de carpintería de rivera que había en la parte más baja. La mayoría del vecindario era de economía mixta, como recoge El Machinero en su libro Calles del Viejo Santander. Estampas peredianas a orillas del año 2000, donde ha descrito este barrio como «viñedos, higueras, prados y huertas cuyos dueños lo mismo tiraban de azada que de remo».

El destino de Jesús era, siguiendo la tradición familiar, trabajar en la mar, así que a los quince años pasó reconocimiento en la Comandancia de Marina, con el fin de iniciarse como aprendiz de marinero y en 1921 entró en quintas para servir en la Marina. Sin embargo, pocos años después lo encontramos trabajando en la panadería de Bernardino Cordero Aja, en la cuesta de la Atalaya, y presidiendo el sindicato socialista Artes Blancas, de panadería, aunque Jesús ideológicamente era próximo a la CNT, y socio del Ateneo Obrero.

El apoyo de Alfonso XIII a la dictadura de Primo de Rivera, supuso el crecimiento de un descontento generalizado. La marcha al exilio del dictador y la llegada a la presidencia de gobierno del general Berenguer, solo pospuso unos meses el fin del reinado alfonsino. El 12 de diciembre de 1930, el capitán Fermín Galán encabezó un pronunciamiento contra la monarquía de Alfonso XIII que fracasó y en la madrugada del 14 se celebró un juicio sumarísimo urgente que apenas dura 40 minutos, tenían prisa por acabar con los rebeldes, y horas después fueron fusilados los capitanes Fermín Galán y Ángel García Hernández, a pesar de ser domingo, día de la semana en que por tradición no se ejecutaban las penas de muerte.

Esa misma noche, en el escenario del teatro Pereda de Santander, se iba a celebrar una función lírica con motivo de la Fiesta de las Modistas, que celebraban ese día a su patrono. Entre los que participaron por la tarde en el ensayo del coro de Marina, se encontraba Jesús Díaz Piedra, quien pocas horas después se uniría a la huelga revolucionaria que se había declarado en toda España. 

Pasadas las dos de la madrugada, un grupo de seis hombres armados subió hacia el cuartel María Cristina del paseo del Alta (hoy calle General Dávila todavía), tenían un contacto en el interior con el que habían quedado de acuerdo para hacerse con más armas. Alguno de los que lo sabían había dado un chivatazo y cuando llegaron a las proximidades del cuartel se encontraron que estaba siendo custodiado por varios números de la Guardia Civil al mando del cabo Mariano Lombraña Pérez. Sorprendidos los sindicalistas, se inició un tiroteo que terminó con la muerte de Jesús, al parecer rematado en el suelo, y herido su compañero Joaquín Fernández Carral —nacido en San Roque de Riomiera en 1901, soltero, que había estado embarcado unos años, pero desde hacía un tiempo trabajaba como peón de albañil en las obras de la Casa de Salud Valdecilla, afiliado a la CNT—, al que también se quiso rematar, pero tuvo suerte y los dos tiros que recibió solo lo hirieron, en la cara y en el tobillo izquierdo.

El cabo Lombraña fue acusado del asesinato de Jesús, pero apenas se consiguió nada durante la República, más allá de ser trasladado y tener dos ascensos, el último de los cuales fue en 1935 a Brigada, graduación que tenía cuando murió durante la Guerra Civil.

La revuelta de esos días tuvo a la provincia sin prensa hasta el 19, y cuando vuelven a publicarse los periódicos locales son unánimes a la hora de celebrar el final de la rebelión, aunque cada cual con su particular forma de valorar el desarrollo y resultado de la misma. No obstante la mejor crónica de lo que pasó durante esos días en Santander es, en mi opinión, «Los precursores. El movimiento de diciembre en Santander», que apareció publicado por el periodista santanderino Manuel de Val, en el diario madrileño La Libertad, entre los días 29 de julio y 1 de agosto de 1931.






Cuatro meses después de la muerte de Jesús Díaz Piedra se proclamó la II República en España y en la primera reunión de la Junta Municipal Revolucionario, el concejal Isidro Mateo González, del Partido Republicano Radical, propuso como primer acto de su historia, homenajear a los capitanes Galán y García Hernández, dando su nombre a la avenida Alfonso XIII, proposición a lo que se adhirió el concejal socialista Rafael Ramos Martínez y propuso cambiar a la avenida Reina Victoria por Pablo Iglesias. Este último comunicó, en la reunión del 23 de abril, que se había iniciado el estudio para cambiar el nombre de la calle María Cristina, por el de Jesús Díaz Piedra, lo que aprovechó el concejal radical Jerónimo Campano Fernández, para ofrecer, en nombre del Ateneo Obrero, que él presidía y del que eran socios tanto Díaz Piedra como Fernández Carral, costear la placa con el nuevo nombre de la calle. Por tercera vez apareció el nombre de Díaz Piedra en ese pleno, fue cuando lo mencionó de nuevo el concejal Mateo para proponer que se solicitara al fiscal de la República la depuración de responsabilidades de aquel «atentado criminal».

            (Un apunte para exponer el circo que se formó con la denominación de la calle. Como se explica más arriba, el 23 de abril de 1931, la primera corporación republicana que presidía Macario Rivero (Partido Socialista) dio el nombre de Jesús Díaz Piedra a la calle María Cristina, que pasa por la parte sur del cuartel. El 13 de marzo de 1935, siendo alcalde de la ciudad Teodoro Gerez, (Partido Radical), se volvió a denominar María Cristina. Tras las elecciones de febrero de 1936 que ganó el Frente Popular el recién nombrado alcalde Ernesto del Castillo Bordenave (Unión Republicana) lo recuperó el 28 de febrero. Tras la caída de Santander, la calle perdió definitivamente el nombre de Jesús Díaz Piedra a favor de María Cristina el día 30 de agosto 1937, en la primer reunión de la Comisión Gestora Municipal franquista, siendo alcalde el anteriormente monárquico Emilio Pino Patiño.)

Ese mismo día una comisión de la Federación Local de Sindicatos (CNT) visitaba al Gobernador Civil para un asunto del pleito que mantenían los fogoneros con los patronos de los barcos pesqueros. Cuando terminó de tratarse el asunto que les había reunido, uno de los sindicalistas solicitó y obtuvo del gobernador autorización para celebrar una manifestación pacífica en homenaje a su compañero muerto en la madrugada del 15 de diciembre. Por lo que dos días después, en la tarde del domingo 26, una tranquila manifestación de trabajadores partió del número 14 de la calle Primero de mayo (edificio hoy desaparecido, situado en la calle Alcázar de Toledo o Ánimas), sede del Centro Obrero, hasta el cementerio, donde, donde se depositaron unas flores sobre la tumba del compañero fallecido.

A los cuatro días se celebraría otro homenaje a Jesús Díaz Piedra, en esta ocasión con motivo de la celebración del 1 de mayo, de nuevo la Federación Local de Sindicatos le rindió homenaje colocando una placa con su nombre en la que hasta entonces era llamada calle de María Cristina. Un acto al que acudió gran número de personas que tuvieron escuchar las breves palabras de Fernández Carral, su compañero aquella noche, y de Jerónimo Campano, que «pronunció un discurso enalteciendo la memoria del obrero Jesús Díaz, caído en la lucha por la Libertad».

 Hubo por estas fechas un asunto que distanció a la madre y a la compañera del sindicalista de las Artes Blancas. El Ayuntamiento de Santander aprobó a mediados de mayo conceder a «la madre e hijos del obrero» una subvención de mil pesetas, con la sola oposición de algunos concejales monárquicos. Pero meses más tarde, a finales de 1933, la compañera de Jesús se acercó a la redacción de La Región. Periódico de clase, para aclarar que sus hijos estaban internos en Madrid, en un colegio, por cuenta del Gobierno, sin haber dependido en ningún momento del dinero percibido por su abuela paterna.

Volviendo al hilo histórico de la presencia de los restos de Jesús Díaz Piedra en el cementerio de Ciriego, cuando se acercaba el primer aniversario de su muerte, de nuevo aparece una noticia del Ayuntamiento en relación con este asunto, se trata de la concesión de una sepultura a perpetuidad a Teresa Piedra, para su hijo. Por su parte, el Ateneo Obrero organizó una velada necrológica para el viernes, 11 de diciembre, y dos días después, la Federación Local de Sindicatos convocó a sus afiliados y amigos a las dos y media de la tarde, para salir desde la sede, en la calle Primero de mayo, hacia el cementerio para inaugurar el mausoleo dedicado a su compañero panadero muerto hacía un año. Es probable que ese mausoleo al que se refiere la noticia sea el que ahora se muestra en las visitas guiadas al cementerio.